Archivado en 11 julio, 2018

Mitos y verdades de las dietas….parte II

11 julio, 2018

“¡Probé con todas: la dieta de las frutas, la de las proteínas,
la de los carbohidratos y ninguna funciona!”

Ningún plan que excluye a un determinado grupo alimentario para bajar de peso puede tener éxito. Un plan debe tener un poco de todo y también –para que no sea más fácil de llevar- algunos alimentos que ingerimos cuando no estamos a dieta. Pero lo más importante es asegurarse que no se interrumpa la variedad de nutrientes, vitaminas y minerales que el cuerpo necesita y de los que no se puede privar en ningún momento de la vida. Por ejemplo, una dieta exclusiva en frutas y verduras, si bien podría pensarse que es muy sana, debilita el organismo y provoca una salida directa al famoso ‘efecto rebote’, que siempre es agresivo. Es que, cuando el organismo sufre una baja calórica muy marcada y de repente vuelve a ingerir algo más contundente, se aferra a ese contenido por miedo a volver a la hambruna. Otro punto a tener en cuenta es que muchas frutas y verduras, sobre todo las de hojas verdes, hinchan el estómago y no brindan sensación de saciedad. Esto provoca que se vean más tentadas a salirse del plan propuesto.
Recomendación: la mejor manera de estar en peso, es siguiendo un plan saludables y supervisado

“Me la paso comiendo fibras y abandoné las carnes,
no sé por qué no bajo de peso”

Muchas personas asocian la carne con grasa y las fibras con dieta. Lo cierto es que suprimir las proteínas que aportan las carnes al organismo puede producir anemia, generalmente desatada por la carencia de hierro en la sangre, y esto tampoco asegura un descenso de peso. ¿Por qué? Las carnes magras otorgan saciedad, son nutritivas y pueden ser aliadas insustituibles en una dieta bien armada. Con respecto a las fibras, es cierto que su aporte es indispensable, ya que brindan saciedad y son saludables y ayudan a bajar de peso por su poco contenido en grasas, pero eso no quiere decir que no contengan calorías: salvado de avena, avena arrollada, legumbres, salvado de trigo, cereales, panes integrales, cáscaras y tallos de verduras y frutas, son ricos en fibras, pero no pueden comerse indiscriminadamente y de ninguna manera reemplazan el aporte que brinda un bife de lomo o una pechuga de pollo.
Recomendación: incluya variedad de alimentos en sus comidas diarias

“Cambio la cena por un té con masas, total las calorías
son las mismas que las de un bife con ensalada”

Si bien esta premisa puede ser cierta, es tramposa. En una dieta, no sólo cuenta las calorías, sino los nutrientes que ingerimos. Los glúcidos simples (azúcares y harinas blancas) y son adictivos, si hacemos reemplazos calóricos arbitrarios, iniciamos un círculo vicioso. En palabras más simples: lo dulce provoca ganas de comer más dulce, al tiempo que se adhiere al músculo, generando los indeseables flotadores o pantalones de montar, depósitos de grasa que es muy difícil de hacer desaparecer una vez instalados. Estos reemplazos pueden servir para una ocasión en particular pero no deben establecerse como patrones alimentarios. Por otra parte, las grasas saturadas (presentes en manteca, crema y quesos) son más difíciles de combustionar como energía, esto significa que hay que hacer más actividad física para quemarlos que si esas mismas calorías provienen de un bife con ensalada.
Recomendación: se puede compensar en el contexto de un plan alimentario armónico, saludable, variado, y completo