La carcinogénesis es un proceso prolongado que puede modificarse favorable o desfavorablemente por efecto de los nutrientes.
Existe un vínculo entre la alimentación y la aparición del cáncer.
Los estudios en los cuales se basa ésta afirmación son epidemiológicos y no hechos especialmente para demostrar qué hace bien o mal, pero podemos asegurar que la exposición a determinados alimentos en forma prolongada permite aceptar su relación con algunos tipos de cáncer. También el consumo habitual de otros alimentos pueden actuar como prevención del desarrollo de ésta enfermedad.
Los estudios epidemiológicos respaldan el vínculo entre la alimentación y la aparición del cáncer pero no contamos con estudios de intervención que permitan asegurarlo dado que la carcinogénesis es un proceso muy prolongado dificultando éste tipo de estudios. La exposición a determinados alimentos en forma prolongada permite su relación con algunos tipos de cáncer.
La mayoría de las revisiones sobre alimentación y cáncer sugieren que más del 30% de los cánceres se asocian a factores nutricionales y podrían prevenirse con intervención en la alimentación.
Los factores relacionados con la alimentación: el alimento, su preparación, su combinación puede influir sobre el inicio, la promoción y el avance del cáncer.
Ejercen influencia a favor de evitar el desarrollo de tumores los antioxidantes (vitaminas y minerales) y los ácidos grasos esenciales (oleico, linolénico); en cambio entre los procarcinogenéticos encontramos sustancias como las aminas heterocíclicas e hidrocarburos aromáticos policíclicos, derivados de la carbonización; la acrilamida que se forma a partir de los almidones cocinados a altas temperaturas; las nitrosaminas utilizadas para el curado de carnes; contaminantes naturales como la aflatoxina B-1; sustancias químicas naturales en plantas y/o agregadas a los alimentos en las prácticas agrícolas, residuos de pesticidas y/o plaguicidas.
Si bien estas sustancias son dañinas se consideran que su efecto absoluto es pequeño en relación con el impacto que tienen los hábitos alimentarios poco saludables y su profunda relación con el riesgo de cáncer.
Los estudios epidemiológicos respaldan la relación entre el consumo excesivo de grasas saturadas y la incidencia de cáncer, si bien la relación entre grasas trans y cáncer parece ser muy sólidas hay pocos trabajos científicos que lo demuestren.
La alimentación contribuye a la obesidad y ésta enfermedad se vincula con diferentes tipos de cáncer relacionados con el tejido adiposo y su acción endocrina, como por ejemplo el cáncer de mama, útero, próstata y colon principalmente. Alimentaciones pobres en calorías son beneficiosas ya que evitan la presencia de obesidad evitando la carcinogénesis.
La vinculación de mayor prevalencia de cáncer no se relaciona solo con las grasas sino también con ingestas excesivas de azúcares simples (azúcar y miel) y/o proteínas de origen animal (carnes y lácteos).
Múltiples estudios respaldan que la alimentación rica en frutas y verduras se relaciona con menor incidencia de cáncer aún con vegetales que no sean orgánicos por lo que la influencia de los residuos químicos es superado por la beneficiosa influencia de los vegetales.
Las recomendaciones alimentarias basadas en la evidencia científica para evitar la aparición del cáncer o en personas que padecen algún tipo de enfermedad oncológica coinciden con las recomendaciones que se dan para una vida saludable y favorecen la salud integral del individuo, siendo la dieta mediterránea una de las más recomendadas ya que se caracteriza por ser rica en vegetales (frutas y verduras) y en ácidos grasos esenciales presentes en el aceite de oliva.
Cuando el cáncer está clínicamente presente es necesario suplementar nutricionalmente al individuo para evitar el deterioro del paciente ya que puede sumarse la desnutrición, proceso que comúnmente acompaña al cáncer comprometiendo la capacidad funcional de los pacientes.
Una mención a los cánceres que afectan el estado nutricional de un individuo al intervenir en los tiempos de la alimentación como por ejemplo:
- la exposición al tabaco, alcohol se asocia al cáncer de esófago cuya localización compromete la alimentación.
- el cáncer gástrico se relaciona con ingesta excesiva de salados, curados, ahumados y vinagre.
También en éste tipo de tumor, grandes ingestas de vegetales reducen el riesgo de cáncer de estomago.
El consumo de pescado graso, daría protección contra el cáncer colorrectal y de mama.
Mitos y verdades
“La vitamina C previene el cáncer” Si bien su función antioxidante se relaciona con una potencial protección no se ha demostrado que suplementar la dieta con vitamina C favorezca.
“Betacarotenos y Carotenoides” Son los precursores de la vitamina A, presentes en verduras verde oscuro, amarillas y anaranjadas (acelga, espinaca, zanahoria, zapallo, etc) no ha podido demostrarse que su suplementación sea favorable.
“Licopeno” es el carotenoide de color rojo presente en el tomate, no se convierte en vitamina A, tiene una capacidad antioxidante excepcional por lo cual su consumo es muy recomendado.
“Vitamina E”Es un antioxidante liposoluble, presente en los aceites. No se comprobó que suplementar beneficie hay estudios que están en desarrollo para evaluar si la combinación de ésta vitamina con antioxidantes hidrosolubles como la vitamina C podrían ser más favorables.
“Fibra” al mejorar el tránsito intestinal la fibra disminuye el riesgo de cáncer de colon.
“Té verde” no hay estudios concluyentes incorporar té verde, negro o de tipo “oolong” en la alimentación favorece a la salud.
“Aceite de oliva” se lo ha asociada a menores tasa de cáncer aunque solo se es concluyente con respecto a su beneficio sobre la salud en general.
“Edulcorantes artificiales” sacarina, ciclamato, aspartame, sucralosa, etc. La asociación de estas sustancias con el riesgo de cancer solo se evidencio en animales, NO se vincula ninguna prueba en seres humanos.
“Soja” hay pruebas de su relación con cáncer de mama y próstata en poblaciones con alto consumo a lo largo de toda la vida pero los hallazgos son contradictorios, algunos relacionan con la ingesta de productos de la soja como determinados porotos (edamame) consumidos por los japoneses y el fermento de dicho poroto (miso) pero el Instituto Nacional del Cáncer de USA concluye que las pruebas no son definitivas a la fecha y puede recomendarse la soja como componente saludable de una alimentación evitando que reemplace totalmente las carnes de origen animal.
“CLA” Acido linolénico conjugado no hay demostración que sea beneficioso en forma especial, si bien las grasas de la dieta influyen sobre la prevención del cáncer.
Dra. Susana Gutt